Variante Delta


La variante Delta de COVID-19, una de las variantes de preocupación según la OMS, por su alta contagiosidad (más del 60% del virus original) y no por su letalidad, presente actualmente en más de 180 países, es hoy uno de los ítems de esta pandemia por el virus SARS-COV-2 que más preocupa a la comunidad científica porque para impedir su transmisión se necesitan sociedades completamente vacunadas con el portfolio de inmunizaciones vigentes contra el COVID-19.

El mundo está viviendo una nueva ola de rebrotes por COVID-19 debido a la expansión de la variante Delta, surgida en la India en diciembre del 2020. La Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó que la mutación, que ya representa más de tres cuartas partes de los nuevos casos de COVID-19 en muchos países, será la predominante en todo el planeta en los próximos meses. Y los propios Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de los EEUU admitieron semanas atrás que sus últimos estudios determinaron que las personas vacunadas pueden contagiarse y contagiar a otras, aunque ratificaron que las vacunas son altamente efectivas.

Así como se aprendió a esta altura que el virus no sabe de fronteras, es probable que al igual que ocurrió con la cepa original y las otras variantes, una vez que Delta entra a los países, comienza a circular e impacta más desfavorablemente -con mayor riesgo de hospitalización- en la población más vulnerable. Si bien las vacunas COVID-19 han hecho un trabajo extraordinario para acabar con las enfermedades y la muerte, los no vacunados están asumiendo las mayores dificultades, especialmente en Estados Unidos, que tiene una población que incluye a unos 50 millones de niños menores de 12 años y son aquellos a quienes todavía no se les ha aceptado aplicar la inyección.

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